Aunque las religiones presentan una innumerable variedad de creencias, dogmas o rituales mutuamente excluyentes (y demasiado a menudo porfiadamente enfrentados entre sí), la idea de la sacralidad de la vida en todo momento y bajo cualquier circunstancia es uno de los pocos elementos comunes a los dictados de sacerdotes, ayatolas, rabinos y demás mediadores de lo divino. Pero desgraciadamente, en muchos casos esta ortodoxia inamovible conlleva no sólo el sufrimiento más despiadado sino también el despilfarro económico más inútil.
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La diversidad de pensamiento es como los colores