Lo de hacer ejercicio es un suplicio. Sobre todo para aquellos a quienes la jornada laboral les ocupa más tiempo del necesario. Y si combinamos esa necesidad o placer —que hay gente pa’ to’— con la obligación de mantener a raya las calorías, más que obligación se convierte en tortura.
Aun así, si ha tomado en firme la decisión de ponerse a tono, lo primero que tiene que tener en cuenta es el motivo que le ha llevado a tan loable empeño. Aquí van unos consejos para navegantes.
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La diversidad de pensamiento es como los colores