Reconozco que me encanta que me hagan caricias… sentir ese dulce hormigueo que recorre el cuerpo cuando alguien me roza con los dedos. Traviesa que es una, también practico ese noble arte y de cuando en cuando hago lo que no me gusta a mí: intensificar el grado de caricia en determinadas zonas para provocar la sonrisa, la risa y una sensación que no siempre resulta placentera: las cosquillas.
Si no lo convertimos en suplicio, las cosquillas son una reacción que se traduce en risa y por lo tanto en felicidad. Y ya sabemos que la risoterapia es una terapia que no viene mal aplicarla de cuando en cuando a nuestras vidas. Que todo lo que nos elimine ansiedad se traduce en calidad de vida.
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La diversidad de pensamiento es como los colores