Hoy me siento especialmente perverso. No sé. Será una cuestión de una mala digestión o de una agitada noche de pesadillas provocada por el calor reinante en mi ciudad. Así que aprovechando el desasosiego nocturno, me he puesto a pensar en las burradas que hacemos con nuestro cuerpo en nombre de la estética y de los patrones que esta nos impone a cada rato. El caso es no sentirnos a gusto con lo que la naturaleza nos ha otorgado y vernos en la obligación de cambiar. Eso en cuanto al presente, porque lo del pasado es mejor ni tocarlo.
Este culto al día a día impone borrar cualquier huella pretérita, porque lejos de honrar a nuestros mayores o enorgullecernos de cumplir años, lo que toca es lucir eternamente jóvenes. Y vuelvo a mi perversión.
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La diversidad de pensamiento es como los colores