La vida es lo único de lo que disponemos. El tiempo es finito y, aunque no nos demos cuenta, cada segundo que pasa nos acercamos más a nuestro inevitable deceso. Perdonen la solemnidad, pero pensar en nuestra muerte ayuda a poner en perspectiva nuestra vida y recordar que esta se nos escapa de entre los dedos en minucias y compromisos vacuos.
Por lo general, culpamos a los demás de todo aquello que nos impide cumplir nuestros sueños. Sin embargo, en un gran número de ocasiones –y, cuanto más inseguros seamos, peor– somos nosotros mismos los culpables de que las hojas del calendario vayan cayendo sin que nuestra vida se convierta en aquello que de pequeños pensábamos que iba a ser.
Es esa “vida de miniatura” de la que habla el psicólogo David Sacks en un artículo publicado en Psychology Today. Esa vida casi infantilizada se define por querer…
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La diversidad de pensamiento es como los colores