La primera, cuando no única, idea que aparece cuando se habla de ciencia es la de unos extraños individuos, básicamente asociales e incluso un poco prepotentes, que vestidos con batas blancas se dedican a oscuros menesteres mediante el uso de complejos y costosísimos aparatos que parecen sacados de una novela de ciencia ficción. Trabajos éstos que en el mejor de los casos resultan incompresibles para la mayoría de la población, y que vistos superficialmente y fuera de contexto parecen no tener importancia ni relevancia alguna para la vida del ciudadano corriente y que por tanto, pueden ser ignorados impune (cuando no ofensivamente) en el mejor de los casos y que únicamente son tolerados siempre y cuando no molesten en demasía y sobre todo, no impliquen un gasto excesivo de dinero. Pero en este mundo complejo y globalizado, este desinterés (cuando no directamente desprecio) hacia el conocimiento científico tiene al final…
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La diversidad de pensamiento es como los colores